Como ya he comentado muchas veces entre amigos y conocidos, para cuando fallezca he dado dos instrucciones a mi familia.
Una tiene que ver con esa irrefrenable costumbre que tengo de reírme
de todo. Quiero que en mi tumba ponga “Ahora vuelvo”. Quien sabe, lo
mismo puedo seguir tocando narices después de muerto. :-)
La segunda tiene que ver con mis fotos. He dejado claro que cuando
muera deseo que todos mis discos sean formateados y después destruidos
junto a mis copias en DVD, mis tarjetas de memoria, mis equipos
informáticos y cualquier otro sistema de almacenamiento de ficheros que
para esa fecha, que espero lejana, haya aparecido.
Los talibanes
Hace algo más de un año asistí a una de las sesiones de “Los viernes de
marzo” en el RCPD Mariemma. Al salir tomé el Circular para llegar a otra
cita, esta con un teatro, que tenía esa tarde.
El autobús iba relativamente vacío. Me senté en uno de los primeros
asientos de la segunda parte del autobús. Al parecer esos asientos nos
gustan a todos más que los demás por algún motivo inexplicable
Una o dos paradas más allá subió al autobús una señorita que no me
era desconocida, bailarina claramente, aunque reconozco que no supe
ponerle nombre y sigo sin saber.
Yo tampoco era desconocido para ella, porque me sonrió y, aunque
había muchos sitios vacíos en el autobús vino directa a sentarse a mi
lado.
Sin darme tiempo ni a saludar me espetó “He visto en Facebook que
cuando te mueras vas a borrar todas tus fotos de danza”. Le habría
explicado que una vez muerto no podría borrar nada y que por eso lo
había dejado en manos de mi familia, pero no me dejó. “Me parece una
actitud muy egoísta, tus fotos son parte de la historia de la danza
madrileña. No puedes borrarlas. Es lo que están haciendo los talibanes
con las estatuas y las pirámides (sic).” Y se quedó mirándome con unos
ojos oscuros y brillantes.
Tomé la palabra, visto que al parecer ya había terminado.
“No sólo las fotos de danza, quiero que se borren todas mis fotos.”
“Agradezco sobremanera que compares mi humilde trabajo fotográfico
con obras de arte como las estatuas de Hatra o las del museo de Mosul.
Mis fotos no merecen tamaño elogio.”
“Respecto a la historia de la danza, el Ministerio tiene un
departamento de documentación que se encarga de esto. No es justo pedir a
un ciudadano que asuma esa responsabilidad”
Era mi parada. Me despedí de ella y bajé del autobús sin haber podido darle una explicación más amplia.
Un señor japonés
Hace unos meses leí que un marchante japonés se estaba haciendo de
oro traficando con obras de arte y que su especialidad eran las obras de
Vincent van Gogh. De inmediato pensé en este pintor postimpresionista
que murió pobre. Sólo vendió dos cuadros en toda su vida. Y, aunque soy
agnóstico, pensé que si hay un más allá, este pobre hombre debe tener un
importante cabreo viendo como otros se lucran con un trabajo que a él
no le dio ni de comer.
Y, aunque soy agnóstico y no creo que haya un más allá, de inmediato
vi qué camino debía seguir para que, si hay un más allá, mi reposo, o
lo que sea, no se vea turbado por japoneses lucrándose con una obra que
hasta el día de hoy me ha costado dinero.
Espero que la anónima señorita del autobús, de ojos oscuros y
brillantes, lea esto, ya que me quedé con la incomoda sensación de
haberla dejado a medias. Algo que no he hecho nunca en mi vida. ;-)